viernes, 31 de enero de 2020

RECUERDOS DEL FUTURO


Desde la recuperación de la democracia en 1982, el espectro político en Bolivia ha sido siempre amplio, y por si no fuera suficiente, la capacidad de concertación es casi nula. El complejo de rey chiquito es muy común, y quien es líder de alguna facción política se cree presidenciable, y talvez tiene razón.
Ante la atomización electoral, la única forma de establecer gobiernos fue la “democracia pactada”, en la que el presidente era elegido en el Congreso Nacional, y difícilmente era merecedor de 25 % de los votos de la población. Hubo una ocasión en la que el tercero, Jaime Paz, fue presidente constitucional.
Bajo este sistema y esa idiosincrasia era imposible que el gobierno tuviera simultáneamente legalidad y legitimidad. El éxito en la misión de gobernar dependía únicamente de la posibilidad de negociación entre las fuerzas presentes en el legislativo. Inevitablemente, el proceso sufrió un gran desgaste. El cuoteo, el transfugio, el tráfico de lealtades y la corrupción lograron que sea muy simple provocar una revolución que de término al sistema de partidos, con la consagración de Evo Morales como presidente.
No fue una elección de un personaje que destaque por sus valores morales, por su inteligencia y preparación, ni siquiera por que sea un luchador por la democracia. Logró una inédita mayoría absoluta. Fue una estrategia muy bien trabajada por intereses extranjeros (para quienes siguen pensando que la embajada americana era la dueña de todo), y la mejor prueba es que por primera vez en la historia de Bolivia, todos los partidos de izquierda se plegaron al proyecto. Obviamente, en cuanto alcanzaron el poder se deshicieron de quienes pensaban diferente, o que al menos pensaban (literal: Garcia Linera llegó a expulsar a los librepensantes).
Casi 14 años después, la población salió a las calles y exigió la salida de Morales, como único objetivo y casi consigna. Nadie pensó en que viene después. Al presente encontramos que los políticos que pugnan por ser los sucesores son los mismos, nombres más, nombres menos, que los que desgastaron tanto el sistema democrático y provocaron la llegada del régimen totalitario de Morales. Sus actitudes son las mismas. Sus intereses son los mismos. Buscan formar una bancada parlamentaria y ocupar algunos espacios en el poder. La mayoría sabe perfectamente que no tiene ninguna posibilidad de llegar a la presidencia, y todos saben que de hacerlo, sufrirán las consecuencias de una base política débil y poco efectiva.
Lo que tenemos es lo que conocemos. A partir de esa pobre oferta debemos elegir, ponernos a rezar con fuerza, talvez cerrar los ojos y cubrirnos la cabeza. Que venga lo que sea, por que no hay nada más.
Exigimos renovación, pero no permitimos el surgimiento de nuevos líderes. Exigimos firmeza, pero reclamamos que el gobierno de transición es autoritario. Exigimos honestidad, pero también acuñamos el “roba pero hace”. Exigimos diversidad, pero hay quienes se desfiguran por que la presidenta es mujer, por que es del oriente, y hasta por que se tiñe el cabello. Gataflorismo llevado a extremos.
Tengo más de 50 años y he vivido las dictaduras, la hiperinflación, la recuperación democrática, el llamado neoliberalismo, el crecimiento del narcotráfico, la capitalización y la nacionalización (al menos el discurso), el “proceso de cambio”, etc.  y no he visto nunca a un gobierno como el actual.
Firme, transparente, efectivo y eficiente, digno, con solvencia moral y con el apoyo masivo de la ciudadanía. Creo que una gran parte de Bolivia encontraba esta misma percepción, hasta que Jeanine Añez decidió lanzar su candidatura. 
Observan que es ilegal, inconstitucional, etc. pero la realidad es que está habilitada, sin lugar a dudas, por la misma constitución con la que se celebran las elecciones y los demás candidatos postulan sin observaciones.
Que no es ética. Que dijo que no sería candidata. Que no tiene palabra. Lo cierto es que las circunstancias cambian, y con todo derecho, decidió postular. Los demás candidatos también dijeron a su turno que no serían candidatos, que les asqueaba la política, que solo si había un frente único, etc.
Que se aprovecha de su situación de presidenta. Obvio. Es ahora cuando cuenta con el imprescindible apoyo de la población. Cada uno vive su realidad, y cada uno aprovecha su propia situación. Liderazgo cívico, vocería del estado, etc.
Que involucra a su partido. Por supuesto. No es concebible un proyecto político sin el respaldo y la estructura de un colectivo dedicado al trabajo precisamente político!!! No imagino a la presidenta estructurando su gobierno a partir del Atlético Pompeya, el grupo Scout Cortapalos y la fraternidad Los Pintudazos.
La ciudadanía percibe claramente los pros y contras de cada proyecto y de cada candidato. El discurso politiquero tiene cada vez menor influencia en el electorado. Vivimos tiempos muy intensos y es más difícil abstraerse del clima político. Las redes sociales nos ametrallan información, y nos ahogan, nos guste o no.
En cuanto se inicien los debates podremos terminar de separar las propuestas verdaderas de la demagogia y las ofertas de “castillos de cristal”. La presidenta Añez ha subido la vara a niveles que tienen muy preocupados a algunos candidatos que corren mucho pero nunca suben.
Si hay algo que diferencia la candidatura de Jeanine de las otras es que la gente la apoya y se desmarca, como nunca ocurrió, de los partidos y frentes tradicionales. Finalmente, las elecciones tienen como protagonistas a los ciudadanos electores, portadores de la soberanía. De nosotros depende que haya dispersión o haya unidad.

Hector Castro G. *  31 Enero 2020

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