Cuando un ratoncito cae en la trampa, es víctima de su ingenuidad e inocencia. Cae por que solo considera lo que puede ver y es evidente. El queso está ahí, está su alcance, no hay nadie alrededor y es gratis. Ignora la realidad. Les garantizo que ningún ratón cae por el color de su piel, por creer en alguna ideología, por ser liberal o conservador, de izquierda o derecha. Cae en la trampa por simple ignorancia. Muere de manera dolorosa, sin entender que pasó, porque él fue “elegido” para ser la víctima, ni cómo podía evitarlo.
Esta
tragedia refleja una realidad muy simple, pero a la vez extremadamente
compleja. Nuestras sociedades modernas están conformadas por tramperos y
ratoncitos. Así de simple.
Las complejidades
son muchas. Hay ejércitos de tramperos, capacitados, ideologizados, y muy bien
organizados para tender las trampas donde encuentren conglomerados importantes
de ratones ingenuos e ignorantes. Obviamente cuentan con grandes
financiamientos que les permiten manejar muchísimas trampas, en muchos lugares
y ámbitos, e ingentes cantidades de tentador queso.
Uno de los
sectores especializados de este ejército es el encargado de enseñar y educar a
innúmeras nuevas camadas de pequeños ratoncitos, cultivando desde la cuna el
aprecio por el queso, y enmascarando de cualquier forma posible la evidente
existencia de trampas. Cada generación es más vulnerable que la anterior, y va
engrosando la población crédula, la del voto duro, la del voto útil y la del
voto “conveniente”.
Existe otro
grupo, de muchos tramperos “free lance”, que no forman parte de un ejército,
sino que son cazadores individuales o de pequeños grupos. Buscan réditos de
grupo, igual que los anteriores, pero sin mayor pretensión hegemónica.
No se puede
obviar la existencia de muchísimos tramperos funcionales. Los que no son
víctimas como los ratones, pero trabajan para los grandes tramperos por que
ellos mismos sufren del mal de las víctimas. Son ignorantes e incautos. Operan
sus trampas desde los medios tradicionales, las redes sociales, y en
innumerables grupos de ratones cívicos, vecinales, gremiales, etc.
Como no
puede ser de otra manera, están los ciudadanos que hacen todos los esfuerzos
para advertir y alertar a los ratones. Los que pretenden informar y educar a
las potenciales víctimas. Lo hacen con grandes conceptos e ideas. Ética,
valores morales, integridad, institucionalidad, imperio de la ley, derechos civiles
y humanos, democracia, etc. indiscutiblemente superiores, pero escasamente
atractivos frente al queso, tentador, delicioso, accesible y gratuito.
Las
víctimas, los ratones, de todos colores, tamaños, orígenes, creencias e
ideologías, son infinitamente más numerosos que todos los tramperos juntos. Sus
posibilidades de liberación, de no ser más víctimas, se basan única y
exclusivamente en que se liberen de la ignorancia. Decirlo es muchísimo más
simple que lo que significa esta tarea en términos prácticos. No existe tarea
más compleja que educar a una sociedad que no tiene interés en hacerlo, y que
no tiene liderazgos que intenten, siquiera, priorizar la educación sobre cualquier otra
temática de coyuntura.
Los niños
tienen la mayor capacidad para formar valores y los fundamentos morales para la
vida entre los 4 y 6 años de edad. Esto significa que, si de manera mágica o
milagrosa, nuestro país comenzara ahora mismo una verdadera tarea de formación
y educación para salir del subdesarrollo y pretender crecer como sociedad, las
primeras generaciones alcanzarían la edad de votar alrededor de 2034, podrían comenzar a asumir espacios de decisión
y gobierno más o menos en la década de 2040, y establecerían verdaderas
políticas de estado entre 2050 y 2060.
Por ahora los
políticos tramperos, y la mayoría de los ratoncitos, están abocados a lavarle
la cara a un nefasto tipejo que nos hizo retroceder 20 años en construcción de
democracia e institucionalidad, naturalizando la inmoralidad y la
deshonestidad.
Los otros
ratoncitos están con la mirada agachada o hacia la pared, asumiendo injustamente
vergüenzas por que otro trampero fue corrupto, igual de indecente que el
trampero anterior, pero con la diferencia de que hay muchos come queso
indignados.
Es
inocultable el debut de los tramperos funcionales, periodistas, analistas,
opinadores, youtubers, tiktokers, haters, formadores de “opinión”, masistas,
mesistas, camachistas, emenerristas, y muchos etc. que con actitud de viejitas
mojigatas, refunfuñando y persignándose, colocan trampas para beneficio del
poder, cuyo interés no es otro que mantener a la ciudadanía polarizada, la
guerra permanente, la insulsa batalla por cualquier cosa, excepto lo importante.
Los
ignorantes con micrófono son más peligrosos que monos con navaja. Estoy seguro
que los monos están más dispuestos a leer la realidad y corregir su actitud.
Mientras más
tiempo nos tome entender que el queso está sobre una superficie muy sensible,
que puede liberar un resorte y unas terribles cuchillas que hacen daño, más
tarde saldremos del perverso juego, y más difícil será iniciar la construcción
de un país digno, productivo, pacífico, sano y viable.
Hector
Castro G. * 01 Junio 2021