Hace unos años escuche a Walter Chávez agradecer a Maquiavelo por haber emancipado a la política de la ética. Esta es, obviamente, una posición absolutamente maquiavélica.
Lejos de
cualquier marco filosófico pero muy próximo a este nivel de cinismo y hasta un
poquito más hediondo, el régimen y la práctica masista han re direccionado la
forma de hacer política en el país.
Más allá,
puedo afirmar que el masismo, sus consabidos y prácticos eufemismos (racismo,
imperialismo, capitalismo, etc.), su mal llamada “inclusión”, el
patrimonialismo, el clientelismo político, la prebenda, y todo lo que define al
MAS, han transformado profundamente a la sociedad boliviana, sus valores morales
y la posibilidad de convivir en paz.
La reciente
reposición del Ministro de Gobierno, tras haber sido censurado por la Asamblea
Legislativa, es una muestra muy clara de que el régimen ha decidido
perfeccionar sus sistemas para pintar de legalidad cualquier acto, por
ilegitimo o inmoral que pueda ser.
El diseño es
obra del ministerio de justicia. Envían a algún tonto útil como el diputado
Cuellar a impugnar leyes o partes de la Constitución, entregando los insumos
que necesitan los magistrados del TCP para re escribir los textos legales, pero
especialmente para desvirtuar el espíritu de la Constitución, el Pacto Social
de los bolivianos, y acomodar todo lo que el poder político necesite.
Una de las
grandes interrogantes en el imaginario boliviano es: ¿la división interna del
MAS es verdadera o es un gran simulacro mediático?
Pienso que
ni siquiera los mismos masistas, a cualquier nivel, son capaces de responder a
esta pregunta.
Teóricamente
son dos bandos en pugna por el poder, por los recursos económicos, por los
negocios y por la posibilidad de usar la sigla en 2025.
El ARCISMO
es el bando de moda, es la vaca que todavía se puede ordeñar, es el espacio
donde se puede cobrar “adelantos”, diezmos y quinciños. Es el lugar correcto
para el burócrata de carrera.
También es
el bando que a menos que mediano plazo será el que deba rendir cuentas por la
debacle económica que es inevitable. Uno de sus mayores problemas es que no
tiene espalda política o liderazgo sólido. El apodo de Tilín no es ninguna
casualidad.
El EVISMO
es el bando de la demagogia y la nostalgia. Demagogia que promete algún día
retornar a la bonanza, y nostalgia de ver rostros familiares en ámbitos de
poder.
Tiene los
recursos cada vez más escasos y no recibe ninguna alimentación del erario
nacional.
La presión se
acumula rápidamente y las demandas desde el interior de este bando, a todos los
niveles, contribuyen mucho a este efecto globo, que se hincha cada vez más y
nadie sabe cuándo reventara.
Este bando
sí tiene liderazgo, pero está enfermo. Sufre de un terrible síndrome de
abstinencia, delirio de persecución y enorme sed de venganza.
Ambos
bandos saben que su sostenibilidad es bastante precaria, que necesitan andar
con pies de plomo, que deben saber dar cada estocada sin perder el equilibrio.
El que se cae pierde.
Estoy
convencido de que nada de lo descrito líneas arriba, y mucho más, es casualidad
o destino fortuito. Todo responde a estrategias y maquinaciones de alguien.
Incluso ese “alguien” es también una pieza del tablero.
La re designación
del ministro le da mucha más presencia y poder. Es el funcionario que está por
encima de los Generales y el Alto Mando de la Policía Nacional, de los
mecanismos de represión, del control del narcotráfico, del contrabando de vehículos,
de la trata de personas, del control migratorio, de la persecución de
opositores, y un preocupante etcétera.
En el
panorama latinoamericano, el fenómeno Bukele, de mano dura con la delincuencia,
de juventud irreverente con lo tradicional, de pragmatismo infantil frente a ideología y mentalidad
estadista, sin duda va a ser referente en cada contexto electoral.
¿Sera que “alguien”,
está pensando en un proyecto 2025 que tumbe la fragilidad tilinesca y la
soberbia del “sujeto” del Chapare?
No sé si es
ese “alguien”, pero sé que ese está convencido que 2 + 2 es 6.
Hector
Castro G. * 30 de junio de 2023