Hace 9 meses recibimos la pandemia sin conocer nada de nada. Si bien es cierto que ya en Diciembre o Enero ya llegó alguna información, fue tan intrascendente para los bolivianos como cualquier noticia menor en una isla en Oceanía.
Este
fenómeno no fue exclusivo de nuestra realidad, nuestra idiosincrasia ni nuestro
subdesarrollo. El mundo entero sufrió las consecuencias del desconocimiento.
Fueron contadas y muy distinguidas excepciones que administraron la crisis de
manera adecuada, al menos durante un tiempo.
La tragedia
que vivieron potencias como Italia, España, U.S.A., Brasil sorprendió tanto
como los éxitos logrados por Uruguay, República Checa, Suecia, y unos pocos
más.
Es muy difícil
establecer comparaciones adecuadas entre países, respecto al mejor o peor
desempeño en el manejo de la crisis, así se cuente con parámetros de población,
mortalidad, tasas de recuperación, etc. por que no hay forma de establecer un standard
en el “punto de partida” que cada país tenía al inicio de la crisis. A priori,
muchos estudios especializados consideraban que Bolivia sería uno de los países
con mayor afectación, por el precario sistema de salud, la complicada
circunstancia política que distanciaba a varias administraciones regionales del
gobierno central, y la realidad socioeconómica que se caracteriza por un
altísimo porcentaje de informalidad y muy deficiente seguridad social. (está
claro que el demagógico discurso del milagro económico y el extraterrestre que
maneja la economía, no fueron dedos que logren ingresar en la boca de la
comunidad internacional)
Con todas
las limitaciones estructurales, el precario poder político del gobierno
transitorio, la total deslealtad de la clase política con el país, y el nítido
sabotaje permanente que en ese momento incluyó el sobreprecio en plena
pandemia, Bolivia fue uno de los países que mejores resultados consiguió en el
manejo de la crisis.
Hay que
decirlo, la campaña mediática contra el gobierno, simplemente por razones
electorales impuso en la ciudadanía una sensación de desamparo y desconfianza
que fueron francamente dañinos para todos. El costo para los bolivianos fue
altísimo, y el beneficio para los irresponsables resultó en unos pocos escaños
en la Asamblea Legislativa. Aún gozan del beneficio de la duda, antes de
confirmar además su inoperancia e impotencia.
El sabotaje
del partido del ex dictador fue muy focalizado en Gobernaciones y Alcaldías, y
posteriormente en los 2/3 de la ALP.
En suma, las
razones políticas construyeron en la percepción ciudadana una convicción de que
la pandemia fue, de alguna manera, obra del gobierno de Jeanine.
Ahora
estamos frente a un repunte que parece será fuerte y mucho más agresivo que la
primera ola. Lejos de encontrar una sociedad con mayor conocimiento, más
preparada para afrontar la amenaza, con una conciencia social mejor formada
para evitar contagios masivos y colapso en los hospitales, tenemos un nivel de
ignorancia, rebeldía y estupidez colectiva que no permite ver con ningún
optimismo el futuro próximo.
El gobierno
de Luis Arce se limita a buscar culpas de todo a Jeanine, y no parece tener
alguna iniciativa diferente. Lo hace en temas económicos, sociales, políticos,
sectoriales, etc. No existe ninguna señal que me haga pensar que el tema salud
será distinto. Hasta ahora no han renovado los contratos del personal médico,
se rumorea el retorno de los técnicos cubanos, no se ha hecho ninguna inversión
en el sistema de salud, etc.
Los medios de
comunicación, que fueron implacables para apuntar desde el mínimo detalle en el
gobierno anterior, hoy vuelven a tener esa conocida actitud de alta tensión,
como contrayendo esfínteres, y temo que serán ausentes importantes en cualquier
esfuerzo colectivo ciudadano para la salud y la vida.
Sálvese
quien pueda, es un mensaje adecuado pese a lo terrible que suena. La situación
no será, sino que ya es muy complicada, pero los encargados de comunicarla
están siendo “prudentes”, los responsables por la salud pública no terminan de
decidir cuál sector tiene derecho a ocupar los cargos de la especialidad, por “inclusión”
obviamente, y una parte importante de la opinión pública, la más ignorante, que
no es exclusiva de ningún color político, persiste en el convencimiento de ser
inmune, de no ser parte del porcentaje que morirá, o simplemente no ha visto de
cerca la realidad.
Usar barbijo
(bien puesto), distancia prudente y lógica, aseo de manos…. No es complicado hacerlo,
porque es tan difícil entenderlo?
Hector
Castro G. * 19 Diciembre 2020