El departamento más grande de Bolivia, el que produce alimentos en una escala cercana al 75% de la demanda del país, el que contribuye en 40 o más porciento al PIB, a lo que Bolivia produce cada año, ha sido sometido a algún maleficio terrible. No es fácil encontrar explicación a la forma en que designa su liderazgo y representación.
Santa Cruz
es, sin ninguna duda, el departamento más grande en economía, en población, en
territorio, y especialmente en su futuro geopolítico. En pocos años será el
departamento que represente a la mitad o más del país. Esta tendencia es
inevitable. Es imposible de soslayar para cualquiera, incluyendo a las desfasadas
logias paceñas, centralistas por definición, que harían bien en declararse caducas
y aceptar que la República de Bolivia ha evolucionado, y esto no tiene nada que
ver con el falso relato del “estado plurinacional”, al que se adscribieron
indigna y estúpidamente. Bolivia es mucho más que su consigna centralista,
desubicada y perversa.
Pero existe
un problema enorme. Santa Cruz, que indudablemente se convierte en el nuevo
centro del país ha sido entrampado por personajes que no dan la talla para
asumir el reto planteado por esta nueva realidad.
Hay un tonto
que ha sido legítimamente elegido para administrar la ciudad de Santa Cruz de
la Sierra, y en lo que va de su gestión no ha demostrado nada más que
sometimiento al centralismo masista, que no tiene ninguna visión de país que
salga de la plaza Murillo, de los adefesios construidos por el régimen
populista y mediocre que ha demostrado ineptitud en los largos 15 años que
tiene administrando el estado y destruyendo la patria. Su respuesta se limita a
usar camisas de marca e intentar crear
absurdas tendencias. Se vendió, y no hay forma de negarlo.
Santa Cruz,
con toda su riqueza, intelectual, política, productiva, innovadora y capaz de
hacerse cargo de toda la república boliviana, de neutralizar la impostora
destrucción narco-socialista, ha cometido el error más grande de la historia.
Ha entregado el poder de la cruceñidad a un re-tonto, que dedica su día a día a
servir al masismo. Talvez no lo haga a propósito, pero está claro que el tari
no le alcanza para entenderlo.
La lucha por
el censo ha sido una forma muy ilustrativa para ver con claridad el papel de
Luis Fernando Camacho, que no fue quien lidere
esta lucha, hasta que la habilidad del gobierno masista le entregó esta
atribución, con el fin de que ninguna entidad autónoma del país se adscriba a
esta lucha.
Nadie va a
cometer la estupidez de cerrar filas con Camacho, aunque la causa sea así de
importante. Ningún Comité Cívico, con alguna convocatoria o no, va a empeñar su
valor si existe el riesgo de ser estigmatizado como camachista.
El resultado
es que una demanda legítima y preponderante, pierde fuerza por la intromisión de
un falso líder como Fernando Camacho, a quien no le interesó el tema hasta que
el gobierno, hábilmente, le confirió el liderazgo de la demanda de un censo
transparente y oportuno.
Camacho
vuelve a constituirse en el mejor recurso del masismo y del gobierno indecente,
para devaluar una demanda legítima y válida. El Comité Interinstitucional
cruceño tenía la razón, la verdad, y la legitimidad que el tema requiere. Era
la vanguardia de lucha por lo que el país necesita para asignar recursos y representación,
acordes con la realidad y con lo que cada región necesita. Distintos del impostor
discurso del régimen narco-socialista, hegemónico por definición, que rechaza
cualquier intención autonómica, porque necesita controlar todo lo que pueda
para consolidar su proyecto de poder. Sin duda lejano a cualquier proyecto de
verdadero desarrollo o de iniciativa de creación de riqueza.
Hay que ser
claros, aunque haya una cantidad de compatriotas aleccionados que se enojen. La
República necesita ser defendida. Somos muchos los bolivianos que estamos
dispuestos a dar la vida por Bolivia, su libertad y soberanía.
Los
impostores, los ignorantes, los aleccionados, y los que reciben unos pesitos
por su barata dignidad son muchos, son imprudentes y están dispuestos a pelear
por su jornal. Hay que tener absoluta claridad. La defensa de la patria no es
tarea fácil, ni está libre de riesgos. Seguramente tendremos que tener ojos
morados y otras marcas cuando recibamos golpes, pero hay que saber que son
marcas distintas a cualquier pelea de chichería. Hay que llevar los moretes con
orgullo y dignidad. Hay que ser consecuentes con nuestra convicción de libertad
y de soberanía.
Ningún
narcotraficante, ningún pederasta, y ningún pobre y triste empleadito público serán
más grandes que Bolivia.
Que el tonto
traicione a Santa Cruz, y que el re-tonto sea tan funcional al régimen narco
socialista, son cosas que necesitamos aceptar como realidades, duras pero
ciertas.
Bolivia es
mucho más que ese par de imbecilitos.
Hay que saber entenderlo, y usar nuestra inteligencia para salvar a nuestra
patria.
Santa Cruz
representa el futuro, pero Bolivia es muchísimo más grande. Es hora de que los
cruceños tengan la valentía de imponer su intelectualidad y su verdadero valor.
Sean capaces
de poner en su lugar a su liderazgo, y asuman su verdadero valor y
responsabilidad con Bolivia. Ahora tienen una realidad distinta y viene con
demandas y obligaciones. Rescaten el valor de sus liderazgos, pero sean
responsables y consecuentes con la patria.
Por favor
entreguen a la patria a líderes que estén a la altura. Tienen mucho que ofrecer.
No le den a Bolivia un Camacho. El rol de Santa Cruz dista mucho de ser una
frater, manden a alguien que haga historia.
Soy orureño,
pero especialmente soy boliviano, y por eso demando a Santa Cruz que esté a la
altura de lo que Bolivia demanda.
Hector
Castro G. * 31 agosto 2022