La hipótesis de la victoria del NO, que parece
cada vez más cercana, plantea el desafío más grande que tenemos los bolivianos
en los últimos años.
El MAS tiene por delante el desafío de encontrar
una candidatura renovada y refrescante, más allá del alto porcentaje de
renovación que tiene en sus asambleístas, necesitará renovar liderazgos.
La derrota del SI pondrá en evidencia algo que
ya sale a relucir, y es la gran conflictividad y lucha
interna. El MAS es una gran confluencia de intereses sectarios y de intereses
personales. No se explica de otra manera el destape de la corrupción en el
Fondo Indígena, el tráfico de influencia evidente en el caso Zapata / CAMC, y
los últimos acontecimientos en la alcaldía de El Alto.
El MAS no es un partido, es una confluencia de
grupos corporativos, cada uno con sus propios dirigentes, sus propios intereses
personales, y lo único que mantiene cohesionados a todos estos intereses es que
la figura del caudillo mantenga su situación.
No son seguidores de una ideología, no les interesa
una política de estado, no son simpatizantes de Evo Morales por su liderazgo.
Simplemente necesitan mantener su espacio de poder, influencias y negocios, o
en su caso, acceder al espacio prometido (de ahí la alta renovación en la ALP).
Por tanto, ante la imposibilidad constitucional de
re elección, los problemas afloran y se exacerban. No tienen alternativa para
la candidatura 2019.
El sucesor no solo deberá contar con el apoyo de
estos innumerables intereses. Evo Morales deberá tener certeza de elegir a
quien le asegure subordinación, obediencia, y lealtad a toda prueba. El proceso
de selección revelará otro fenómeno hasta ahora oscuro. Cuál es el entorno
cercano al presidente? Quienes son los “leales” a Evo?
El desafío es enorme, puede acarrear serios
momentos de inestabilidad en el MAS. Quedan cuatro años de gobierno muy
complicados para este sector político y para el país.
La oposición, por su parte tiene un desafío talvez
mayor. Encontrar consensos para unificar fuerzas en torno a una candidatura
fuerte y capaz de afrontar una elección nacional de manera seria y competente.
Los líderes del pasado tienen el escenario
extremadamente complicado, por la agenda mediática del gobierno, la persecución
judicial, y especialmente por el descrédito cultivado en estos últimos diez
años.
A la luz del presente, creo que cuatro años son muy
cortos para crear y desarrollar un solo liderazgo que responda al menos a la
mayoría opositora.
Será tiempo de formar y promover un equipo de
trabajo, y no simplemente un caudillo con entorno oportunista?
El desafío es monumental.
Hector Castro G. * 21 Febrero 2016