Escribo esto a propósito de la participación de los diputados de Comunidad Ciudadana en el programa del Bunker Cabildo Digital del pasado martes 27 de Abril.
El fraude
electoral es la razón y la explicación de lo que pasó, pasa y pasará en
Bolivia. Tiene una dimensión tal que se constituye en uno de los “factores de
poder” más importantes en la realidad boliviana.
Si los
diputados de CC, y otros muchos, no lo ven solo puede tratarse de que están
ciegos, tienen la consigna bien definida para no hacerlo, o son parte del aparato
montado para robarles el voto a los bolivianos.
No me gusta
tener que hacer estas afirmaciones. Me interesaría mucho más el saber que los
parlamentarios de oposición defienden la legalidad, la democracia y el estado
de derecho. Para minar la institucionalidad y desconocer la constitución y las
leyes, están los oficialistas, y son más que suficientes.
Me resulta
muy difícil de digerir que la diputada Luisa Nayar de CC tenga la posición de
"pasar la página", de "no polarizar", y simplemente
permitir que el padrón electoral permanezca en la oscuridad, sin ningún tipo de
verificación, sin auditoría, sin transparentar los extraños resultados que los
números muestran en cada elección.
Encuentro
terriblemente irresponsable y hasta malintencionado el desconocer el trabajo de
Transparencia Bolivia, de cientos de ciudadanos, que sin beneficio personal,
sin retribución alguna, con recursos limitados, pero con un compromiso ejemplar
con el país, han elaborado un informe que muestra de manera indiscutible la
existencia de fraude electoral. Cientos de pruebas, objetivas y materiales,
innegables e insoslayables. Pero el diputado Roca tiene la desfachatez de afirmar que "no
es el informe OEA", que es un trabajito cualquiera, y que no tiene por qué
darle valor. Ese “trabajito” es muchísimo más valioso que todo lo que hizo
Comunidad Ciudadana en cualquiera de los procesos electorales en que participó,
aunque no consigan entenderlo.
Debo decir
que CC no tuvo absolutamente nada que ver con el informe OEA 2019. Buscaban ir
a 2da vuelta, soslayando todas las irregularidades. Los que arriesgaron hasta
la vida para acorralar a la OEA, que tenía el libreto concertado con el
oficialismo para validar esas elecciones, fueron ciudadanos dignos y valientes,
sin partido, sin compromiso con ninguna consigna.
Comunidad
Ciudadana, cegada por la megalomanía de su jefe que afirmo ser la víctima del
fraude, inició el proceso penal, sin embargo, vieron calladitos como su “idóneo”
amigo y protegido Salvador Romero procrastinó 9 meses su OBLIGACIÓN de constituirse
en Parte dentro ese proceso.
Tampoco se
hizo nada por "limpiar" el proceso electoral, el padrón electoral y
el Órgano Electoral. Por eso hoy es fácil para el masismo asegurar que el
fraude nunca fue comprobado. Por la complicidad del TSE, la ineptitud o
complicidad también de CC, y por la fragilidad e inoperancia del gobierno
transitorio.
De manera
consecuente con su triste papel, cuando la justicia libera a todos los
encausados y pretende archivar el caso, CC
mantiene un silencio tan indigno como cobarde. Le dijimos tibieza, pero
no lo es. Raya en la delincuencia.
Ya vendieron
la lucha de los bolivianos una vez, se escudan en "la mala gestión" del
gobierno transitorio, sin haber aportado en NADA a la recuperación del estado
de derecho. Dedicaron todos sus esfuerzos a una campaña electoral absurda, sin
posibilidades reales de ganar nada, obnubilados por el voto útil, poniendo en evidencia que sus prioridades son de
grupo, son partidarias y no patriotas. Minaron la fortaleza, si se puede llamar
así, del precario gobierno de Añez, para ganar veinte votos. Vendieron así de
barata la recuperación de la democracia.
En vez de
protestar como “mojigatas” por el actuar del gobierno transitorio, su labor
debería ser la de formular políticas que prevengan la endémica corrupción. Está
claro, clarísimo, que los corruptos y los indecentes no tienen color. Están
donde pueden robar, están en todos los partidos y donde puedan acomodarse.
Viven en la lógica de que “no es justo que solo los masistas roben, yo también
tengo el derecho”. No es necesario esperar a que todos los partidos, a su turno,
lleguen a instancias de poder para corroborar este extremo. Ya será tarde.
Salvador
Romero renuncia, con un mensaje tan cínico como su gestión. Se va sin afrontar
ninguna consecuencia de su actuar al frente del Órgano Electoral. Solo queda
especular sobre la protección con la que cuenta, si se quedará en Bolivia, si
su renuncia estaba programada y consensuada, si fue el propio Carlos Mesa quien
sugirió su designación por la Presidenta Añez, o si fue parte de los acuerdos
“secretos” del momento de la transición.
En fin, es
ingrato constatar una vez más que la agenda de los políticos está muy alejada
de lo que los bolivianos queremos y necesitamos. El ambiente podrido de
mentiras, postverdad, demagogia e impostura, de unos y otros, va conformando
otra vez esa acumulación de disconformidad, de hartazgo, de cansancio de la
población. La salida, cuando se desate, podría ser extrema en cuanto a
violencia y destrucción.
El papel
fiscalizador de la primera fuerza de oposición deja mucho que desear. Crea una
enorme sensación de desconfianza e indefensión en los bolivianos.
Pueden tener
este tipo de posiciones condescendientes, inocuas, ingenuas y hasta cómplices? Probablemente alegarán que
no cometen ninguna ilegalidad, engrosando así el regimiento de políticos para
los que la ética y la corrección solo son válidas para los giles.
Ustedes no
son los primeros, y seguramente no serán los últimos. Al menos tengan la
lucidez de ver cómo les fue a sus antecesores. A ver si les llega algo de
iluminación.
Hector
Castro G. * 29 Abril 2021