No pretendo repetir ninguna de las trágicas historias de intubaciones, falta de espacio en terapia intensiva ni tantas terribles noticias que hemos naturalizado poco a poco, insensatos como somos.
Voy a referirme a las cosas de cada día, de la cotidianidad
de cualquiera de nosotros. No hago diferencia por la edad, el estado general de
salud, ni la realidad socio económica, por que la enfermedad tampoco distingue
nada de esto. A los ojos del virus chino, todos somos igualmente idiotas.
Para comenzar, me provoca mucho describir de manera muy
básica pero muy gráfica, la forma en que el virus llega a cada uno de nuestros “templos
sagrados”.
En el caso del dengue, el virus es transportado e inoculado
por un mosquito, cuyo nombre lo hemos escuchado tantas veces que lo conocemos
como a cualquier jugador del Paris Saint Germain. La recomendación para controlar
a este vector es eliminar los recipientes que puedan mantener agua de lluvia y
fumigar insecticidas para su total eliminación. En el caso del Sars-Cov2, el
vector eres tú. Por tanto es imposible evitar tu procreación y tampoco se puede fumigar algún tipo de
veneno para eliminarte. Pequeña diferencia, teóricamente fácil de superar por
que tú tienes la capacidad de entender más cosas que el Aedes Aegypti.
La realidad es que no muchos han tomado en serio el tema, así
que nos encontramos frente a una situación que no era imaginable hace solamente
un año. La velocidad de duplicación, que es uno de los parámetros más reales
para evaluar cualquier epidemia, muestra que pasamos de 100 a 1000 casos por
día en 7 u 8 semanas, entre Mayo y Junio 2020. El repunte actual, o segunda
ola, muestra que pasamos de 100 a 1000 en menos de 4 semanas. Esta tasa de
duplicación podría ser aún mayor según se incremente la cantidad de infectados.
Hoy se dispone de más pruebas que el año pasado, pero estamos
muy lejos de poder pensar que tenemos el control. Las limitaciones
idiosincráticas son muy difíciles de superar, y están en cualquier estamento de
la sociedad boliviana. Todos hemos sabido de ceremonias y fiestas de graduación,
de colegios fiscales y particulares muy de alcurnia, en las que se dio una
repartija de virus que indudablemente aceleró la diseminación. Hoy vemos los
resultados de las actividades navideñas, y en pocos días estaremos lamentando
las cifras que dejó el fin de año.
De todas maneras se ve que nada importa. Los centros
nocturnos están funcionando, los gimnasios están llenos de cuerpos saludables e
“inmunes”, el transporte público es “riguroso” en la distancia de 14
centímetros entre los pasajeros, y hasta se organizan eventos dizque “intimos”
donde ojalá las “Verdades inéditas” no sean “Ajayus” conflictuados en busca de
plasma “RH O+”.
No es necesario formar parte del pequeño porcentaje de
pacientes que necesitan internación para complicarse la vida de manera
importante. Fui infectado en Octubre, pasé dos o tres días de malestar general,
sin mayor dificultad. Casi tres meses después vivo secuelas que me impiden
retornar a mi ritmo de trabajo normal, generar los ingresos que necesito, y lo
peor es que no sé si mañana podré realizar mis actividades de manera regular.
No es la peor situación ni mucho menos, pero me permite visualizar más
fácilmente las enormes posibilidades de sufrir grandes complicaciones para
cualquiera.
El estado, en cualquiera de sus niveles es probadamente incompetente
para hacerse cargo de la crisis. No podemos esperar que el economista que no
llega a entender la situación económica, sea quien valide las políticas del dirigente
transportista o de la contadora pública, autoridades cochabambinas, y sean
quienes tomen las decisiones más trascendentes para la salud de los bolivianos,
mientras los “especialistas” están dedicados a encontrar culpas al anterior
gobierno o a validar la inexistente Fase III de las vacunas que compran con cláusulas
de confidencialidad, que en el mejor de los casos estarán disponibles para una
reducida parte de la población recién dentro de 60 a 90 días.
Muchas personas valiosas y queridas nos han dejado. Muchos
guerreros de la primera línea dan la cara y le ponen el pecho a las balas todos
los días, cuidándonos, curándonos y salvando vidas. Porque insistimos en actuar
tan mal? Tu apellido, tu dinero, tu ideología o tu ignorancia no te dan el
derecho a ser cómplice del virus y arriesgar la salud de los demás.
Usar barbijo correctamente. Lavarse las manos con alcohol o
agua y jabón. Mantener la distancia. Quedarse en casa todo lo posible. No es difícil
de entender.
Hector
Castro G. * 08 Enero 2020