No me considero capaz de describir a cada uno de los bolivianos No intento ser ningún ser superior que pueda atribuirse la representación de algo tan grande y tan rico como es este concepto. Solo soy un boliviano, nacido en occidente, educado en los Andes, madurado en los valles y capaz de mirar con claridad la diversidad de nuestro país.
Supe amar mi
Orurito querido. Vivo a plenitud mi cochambabinidad. Conocí la nobleza y cariño
de Tarija. Fui cautivado por el oriente, navegando los ríos de Santa Cruz, Beni
y Pando. Siento y sé que fui bendecido por el destino al vivir el calor y el cariño
de mi patria, Bolivia.
No sé si hay
otro orureño que haya tenido la oportunidad de navegar los ríos de Cochabamba,
Santa Cruz, Beni y Pando. No sé si haya otro orureño que haya tenido la posibilidad
de compartir el calor y el cariño de la familia tarijeña y la familia cruceña.
Solo sé que
soy afortunado. Que la vida me dio la riqueza de tener familia en cada polo, en
cada extremo, en cada visión y en cada
realidad boliviana. Sé que conozco, aunque sea un poquito, de cada mentalidad,
de cada visión, y de cada realidad boliviana. Conozco cada convicción, cada vivencia,
cada forma de soñar, cada esperanza y cada forma de soñar el futuro. Tengo la
triste convicción de cada forma de soñar el futuro.
He vivido en
carne propia la tuberculosis y la silicosis de los pueblos mineros, así como he
sabido degustar de las anguilas fritas de algún curichi del Urubó, gracias a
mis hermanos cambas, pero verdaderos cambas oriundos de la otra banda del
Piraí. He tenido el gusto de charlar y compartir con hermanos chipayas y tratar
de disfrutar una kispiña, así como me senté con hermanos yuracarés en alguna playa del río
Chimoré, y disfrutar de un chapapeado de sabalito y unas chupas fritadas en un
campamento de fabricantes de pasta base de cocaína.
La vida me dio
la posibilidad de vivir muchas realidades. Me permitió conocer todo lo que los
impostores utilizan para vender sus patrañas. A mí no me la cuentan. Evo
Morales no está un paso adelante. Está bastante más atrás de la realidad de los
bolivianos. Soy un testigo y un testimonio de lo que en realidad existe en
nuestra Bolivia, lamentablemente desconocida para la gran mayoría de los 11
millones de ciudadanos.
He visto le
realidad del trópico cochabambino, mucho más allá de Valverde y sus valiosas
investigaciones y sus libros. He vivido mucho más que el relato de XXX y su
barato folleto sobre la vida del cocalero, pedófilo, cholero, misógino, abusivo,
indecente, e impostor. Lo que yo he
visto, con mis propios ojos, es más que suficiente para desvirtuar todas las
mentiras, he visto con mis propios ojos el Toyota Land Cruiser, amarillo, con
los amortiguadores traseros vencidos, por tener a seis o siete cholitas de 20 o
menos en los asientos traseros, y toda
la falacia creada en torno al cobarde impostor. No es más que preguntar, por
ejemplo, a doña Vicky, en Senda 3, la chicharronería, para saber porque ese maricón mando a matar a
los esposos Andrade. Un sopapo, merecido por atrevido, fue la causa de la tortura
y el asesinato de un teniente y su esposa de 19 años. Porqué el Sargento
Veramendi fue torturado y victimado en Laguna Paraíso. Porque atacaron a las
ambulancias en Sacaba, y porque los “cocaleros” asesinaron a policías y militares
que solamente cumplían sus órdenes de erradicar cocales que de acuerdo a ley
eran ilegales.
Evo Morales
es un cobarde. Siempre ha sido un cobarde. Siempre ha sido vengativo y
rencoroso, pero jamás ha podido afrontar algo. No tiene el valor de dar la
cara. No tiene la decencia de resolver alguna diferencia. Se tragó la sopapeada
de Miguel Zambrana en el aeropuerto Jorge Wilsterman, bien merecida, y bien
tirada por el empresario bananero. Ha encontrado en su poder de liderazgo
sindical la forma de enviar a otro compañero a hacer frente a las cagadas que
el comete todo el tiempo. No es difícil encontrar muchos serviles indignos
capaces de hacer el trabajo sucio, y salir felices con los pantalones abajo,
manchados y vejados por un plato de lentejas, a cambio de una diputación o
senaturía (es fácil consultar la trayectoria de Leo Loza o Hector Arce, por
ejemplo).
Así ha
trazado su camino, hasta que le llegó el momento de ser desconocido por muchos
bolivianos. Por eso escapó llorando, cobarde como es, hacia Mexico. Para luego
refugiarse en Argentina, bajo la protección de otros delincuentes como Alberto
Fernandez, Lopez Obrador y Cristina
Kishner.
Hoy busca
ser redimido de sus enormes vínculos con el narcotráfico haciendo denuncias
ridículas. El valle del Sajta, así como el Ichilo, el rio 24 y muchas otras
zonas son “parques industriales”, donde los laboratorios y las plantas de
narcotráfico son solamente parte del paisaje, lo que no es ningún secreto para
cualquiera que conozca un poquito de lo que ocurre y funciona cada día y cada
noche en esas zonas. Su denuncia equivale a alguna que diga que hay 4 casetas
que venden contrabando en la feria de Barrio Lindo.
No es la
provincia Chapare, cierto. Es Carrasco, Tiraque tropical, y especialmente la
provincia Ichilo del departamento de Santa Cruz las que son ocupadas por los productores
de droga. El Chapare solo produce materia prima. El 93% no pasa por el mercado
legal de Sacaba. El 7 % restante vuelve al trópico y es “industrializada” en
Carrasco, Tiraque tropical e Ichilo.
El mayor
consumo de hornos de microondas y de lavarropas está en Yapacaní y San
Julian. No es dificil encontrar las
causas. Cualquier estudio del tema refleja con claridad lo que ocurre en estos
confines del territorio cruceño.
El
narcotráfico necesita justificar el área de cultivo, de 12,000 hectáreas en
transición de acuerdo a la ley 1008, a 22,000 hectáreas legales de
acuerdo a la ley de Morales.
Esto no
considera las miles de hectáreas en las áreas protegidas, el triángulo siete
del Tipnis, las hectáreas en el interior del área protegida, el parque
Carrasco, las hectáreas de nuevo desarrollo en la provincia Carrasco (Chimoré,
Entre Ríos, etc) las nuevas áreas en Tiraque (Shinaota), y tantas otras zonas
que no son siquiera contempladas por los estudios de la UNDCP, que solo toman
cifras del gobierno masista cocalero.
No se
puede desestimar que todas las cifras y cálculos publicados por organismos
internacionales son desvirtuados por que no toman en cuenta ninguna tasa de
rendimiento, tecnologías de extracción de alcaloides ni alguna evolución desde
hace 30 o más años.
La
fertilización foliar ha sido determinante en el rendimiento de los cultivos,
que han dejado de lado cualquier agotamiento de la capacidad nutricional de los
pobres suelos chapareños.
La
introducción de tecnologías ha eliminado las pozas de maceración, y ha dado
lugar a los lavarropas y las “ licuadoras”, turriles con un picador eléctrico,
que ha jubilado el trabajo manual. Estas tecnologías consiguen rendimientos muy
superiores a las tradicionales.
Todos los
estudios, formales, legales, bien intencionados y transparentes, resultan erróneos.
La coca chapareña, cato por cato, hectárea por hectárea, terminan siendo falsos.
Valverde,
en su brillante trabajo de “Coca, cocaína, poder y territorio” resulta muy
limitado, pues no toma en cuenta la evolución en los rendimientos de cada
plantación, de cada extracción y de cada hojita de coca transformada en
cocaína. Comete el mismo “error” que los organismos internacionales, que la
lógica de la legislación boliviana, y las convenciones internacionales. La “GUERRA
FALSA” es una realidad, UNDCP y otros
organismos internacionales son parte de esta farsa. Lo digo con profundo pesar,
y con un íntimo sentir de ingenuidad. Soy boliviano, me siento digno, pero temo
mucho ser ingenuo.
Nací y
crecí en Oruro, tengo pulmones andinos, amo a Tarija, el Beni me fascina,
conozco cada río y cada playa en Cochabamba, Beni, Pando y Santa cruz, amo y
vivo mi Bolivia, por eso me duele tanto la delincuencia narco. Ayúdenme a
denunciarla y salvar a mi patria amada.
Hector
Castro G. * 07 Abril 2022