viernes, 16 de octubre de 2020

BOLIVIA SE RESPETA

Nunca antes escribí para hacer campaña por nadie, y no voy a hacerlo ahora. Mi blog es solamente una expresión de mi forma de pensar y de mi derecho a expresarme con libertad, que atesoro como parte de las libertades que me permite la democracia.

Estamos a pocas horas de celebrar el acto fundamental de la vocación democrática que tenemos como bolivianos. El éxito del proceso, indistintamente del resultado, será la prueba irrefutable de la realidad que vivimos, desvirtuando de una vez por todas la narrativa de golpe de estado, de régimen defacto, y el resto de imposturas que tan bien posiciona el bloque narco populista, nacional e internacional.

No comentaré nada referente a encuestas, posibilidades, votos útiles, etc. por que, aunque son temas centrales, decidí dedicar este artículo a lo que sucede en torno a este proceso electoral, que tiene muchas particularidades por los antecedentes de la anterior elección anulada, por la pandemia, pero especialmente por que está en juego bastante más que solamente la democracia en Bolivia.

El asedio internacional, desde los bastiones pro-comunistas del mundo, se hace presente en nuestro país. Comunicadores, operadores políticos, oficiales de inteligencia, y hasta la tropa de agitadores y mercenarios ambulantes están arribando a territorio nacional. Existe una sensación de exceso de apertura e inclusión democrática, aunque esto no exista, pero esto va más allá del debate interno o de la apreciación subjetiva de cualquier ciudadano. Este ejército de malinformados y malintencionados tiene un comité de recepción muy bien estructurado, financiado y coordinado. Son antipatriotas, indignos y corruptos.

El movimiento internacional es parcialmente público, por la cobertura de prensa en las terminales aéreas, pero se sabe que el tráfico migratorio desde Argentina, ilegal por supuesto, ha sido masivo y no se tiene conocimiento de las dimensiones que tiene.

De la misma manera, no es posible tener alguna idea de lo que sucede al interior de la república. Más allá de alguna información básicamente filtrada por los mismos agitadores y operadores políticos en las zonas críticas, no conocemos la dimensión de sus planes. De hecho, en agosto pasado fueron 140 o 150 puntos de bloqueo a nivel nacional, así que no se puede descartar esa base como algo ya establecido y organizado.

Bolivia se constituye en un bastión irrenunciable para los intereses castro-chavistas, no solamente por su ubicación geográficamente estratégica, sino por la inminente caída del régimen venezolano, la precariedad del kirshnerismo en Argentina, y el haber perdido ya varias naciones sudamericanas. Es un proyecto muy diverso y complejo, que abarca desde el narcotráfico, recursos naturales, usufructo de recursos estatales, y hasta la presencia de grupos fundamentalistas islámicos en este continente. Una rebelión popular, las pititas, muy valiosa pero menospreciada en su momento, no fue ni de lejos suficiente para erradicar tantos y tan grandes intereses.

Obviamente, deben existir los intereses contrapuestos. Desde la convicción democrática de los bolivianos, la espalda geopolítica que proporciona el Grupo de Lima, el relativo apoyo de los organismos internacionales, e indudablemente el gobierno norteamericano.

En la práctica, el enemigo está dentro de casa. Ya tenemos demasiada experiencia como para no tener una clarísima visión de lo que nos amenaza. Un indeseado retorno al pasado nos condena a 50 años de totalitarismo, no sin antes sufrir las consecuencias de haber cometido delitos como defender la libertad, la democracia o la nueva figura delictiva de “pitita”. Probablemente un “formador de opinión” como yo, con casi 20 lectores, tendré que afrontar lo que hice.

 En las últimas horas vimos que hay actores políticos (de varios colores) que tienen  una facilidad única para anteponer sus intereses a los de la nación, abusando de sus coyunturales prerrogativas legislativas, operando por debajo sus viejas prácticas politiqueras, sin haber siquiera llegado al momento electoral, o delinquiendo sin escrúpulos, traficando armas, municiones, explosivos, o dinero de fuentes misteriosas y destinos oscuros.

La defensa también está en casa, en un gobierno vapuleado por su propia ciudadanía desinformada y manipulada, pero que tiene la templanza y la valentía para hacer su trabajo. El tiempo dirá cuánta razón tengo, o no, al afirmar esto.   

La voluntad ciudadana, la convicción de libertad y democracia de los bolivianos está intacta, sin embargo, el proceso electoral, la pandemia y la transición han tenido su efecto en la unidad que hace la fuerza.

Ningún escenario de confrontación podrá conducirnos a un mejor país. Los resultados inevitables significan heridas en una sociedad que ya tiene muchas por curar. Por esta razón es que la salida electoral es la más adecuada, siempre y cuando se pueda consolidar una victoria democrática muy clara y contundente. Un resultado magro tendrá la terrible consecuencia de otros 5 años de ingobernabilidad y conflicto diario.

Pase lo que pase, y venga lo que venga, los bolivianos de bien, indistintamente del color de partido o de piel, tenemos la obligación de apostar por la paz, el imperio de la ley y la reconstrucción de la tan necesaria institucionalidad.

No la tenemos fácil pero nuestro destino está, como siempre, en nuestras manos.

 

Hector Castro G. * 17 Octubre 2020

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