No pretendo destacar virtudes o defectos de nadie. No tengo la menor intención de contribuir a esa corriente de psicosis que se implanta en la Bolivia democrática. Obviamente no pretendo decirle a nadie como debe ser su voto. Lo único que hago es escribir lo que pienso, como siempre.
Las encuestas, cuestionadas o no, muestran un panorama
bastante borroso. No hay posibilidad de confiar ciegamente en ninguna, pero
tampoco es racional descartar toda la información que nos dan.
Con un poquito de infaltable ingenuidad, debo decir que me
cuesta mucho desconfiar de la Fundación Jubileo, pero al mismo tiempo me cuesta
mucho entender que una encuesta como la de Pagina Siete, que seguramente necesita
una inversión importante, sea publicada con una expectativa de vida de 8 horas.
Desde el mediodía del pasado domingo, hasta las 20:00, en que salió la encuesta
de Unitel. Alguien hace la inversión, pero no veo como encuentra el
retorno de sus recursos.
Este amplio espectro de la situación electoral prevista, dice
que Mesa tiene la posibilidad de ser primero o segundo, de ganar en primera o
en segunda vuelta. Tendrá una bancada importante en ambas cámaras, pero no
llega a constituir mayoría en ninguna.
Arce tendría solamente la posibilidad de ganar en primera
vuelta, o perder la elección. Puede tener el control de la cámara baja, y
seguramente se queda corto en el senado. De todas maneras, si el MAS es
oposición, tendrá una situación muy cómoda para hacer lo que hacen ahora,
bloquear.
Camacho no tiene posibilidad de ganar, ni en primera ni en
segunda vuelta. Apunta claramente a conseguir la mayor cantidad posible de
escaños, y tener la posibilidad de los “votos de oro”, probablemente requeridos
muchas veces en los 5 años de legislatura. Objetivo nada despreciable.
Pese a algunos mensajes, francamente ingenuos, de algunos
líderes, que exhortan a Mesa y Camacho a reunirse y dialogar, ese no es un
escenario que parezca factible.
Carlos Mesa tiene, y siempre ha tenido, una actitud cerrada. No
dialoga a menos que sea imprescindible y cuando las condiciones no le impongan
ningún tipo de concesión. Son dos años consecutivos que está en campaña, ha
tenido innumerables escenarios para construir unidad pero está claro que tiene
razones para mantener una línea rígida al respecto.
Luis Fernando Camacho, por su parte, en su incipiente carrera
política, se ha hecho prisionero de su imagen, lo que le deja escaso campo de
acción. Ha afirmado en innúmeras ocasiones que él no dialoga con la vieja
política. Paradójicamente lo ha hecho rodeado de viejos políticos. En los
momentos más álgidos de la carrera electoral, cuando se abrían ventanas de
oportunidad para concertar y construir, él se encargó de cerrarlas, de manera
violenta y contundente. Existe también el problema de la confiabilidad. Cuando él
llegó a algún acuerdo en privado, salió a la prensa con un discurso distinto y
en tono de denuncia, labrando a pulso su reputación de no confiable.
A pocos días de las elecciones, muchos claman por la bajada
de Camacho. Creo que no se dará. Primero, porque democráticamente tiene todo el
derecho de participar. Segundo, porque tiene compromisos morales y materiales
con sus candidatos y con su electorado. Y tercero, porque ninguna fuerza que
aparezca sobre los 10 o 15 puntos puede considerarse “sacrificable”, y aunque
el objetivo mayor es el “no retorno” del MAS, no es menos cierto que sería un
sinsentido resignar la representación en favor de otra fuerza, y desconocer la
voluntad de un electorado que no es imaginario, que representa una genuina
demanda cruceña de protagonismo en lo nacional, que esté acorde con el peso
demográfico, económico, social, etc. de Santa Cruz.
Un eventual gobierno de Carlos Mesa, particularmente en las
actuales circunstancias, necesitará de apoyos de diversa índole. La percepción
y susceptibilidad de que renuncie ante las presiones que sin duda sufrirá,
tendrían que ser eliminadas mediante el apoyo político que puede brindarle
Creemos desde la ALP. Es de esperarse que esa bancada sea consecuente con su origen
y cumpla esta patriótica labor.
Carlos Mesa tiene la necesidad imperativa de conseguir un par
de puntos en las horas que faltan. Creo
imprescindible que los gane a pulso y a pie.
Camacho no tiene posibilidad de ser presidente. Si mantiene
su postura inmóvil y el Mas gana, será el abrupto final de un liderazgo que no
tendrá un día más de popularidad o posibilidades, ni siquiera regionales. Si
Mesa es presidente, la bancada de Creemos existirá mucho más en la lógica de la
gobernabilidad y la negociación parlamentaria que en una estructura partidaria.
Camacho es caudillo de su electorado, pero me cuesta mucho imaginar, por
ejemplo, a un Erick Moron dócil y sumiso. En ambos escenarios Camacho pierde
muchísimo en imagen y peso político.
La jugada inteligente y con visión es que Camacho salga a la
palestra a ofrecer apoyo a Carlos Mesa, sin dejar la candidatura. No hablo del “voto
cruzado”, sino de plantear una situación ambigua, que libere a una parte de sus
seguidores, que sean transferidos hacia el voto útil, manteniendo una porción
muy significativa de su bancada, de la representación identitaria cruceña que
ha construido, sin ser tachado de traidor, y por el contrario, será el líder
generoso y desprendido, que brindó el apoyo a la causa mayor, sin menoscabar su
mandato regional.
El desafío es grande, pero no es nuevo. No termina el 18 de
Octubre, sino que será largo y difícil. Ambos candidatos han mostrado falencias
y limitaciones. Ambos tienen la obligación de cumplir con el país. Cualquier
responsabilidad será exigida por la realidad, más temprano que tarde.
Los bolivianos tenemos la obligación ineludible de votar, luego
mantenernos ocupados y vigilantes. El periodo de transición nos ha mostrado con
total claridad que sin el apoyo ciudadano ningún gobierno tiene la fortaleza de
resistir el asedio populista.
Hector Castro G. * 13 Octubre 2020
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