Empezando
octubre, y en razón del imperdonable ecocidio de la Chiquitania, se organizó el
gran cabildo en Santa Cruz, que también tomó resoluciones sobre el impune
desacato del resultado del 21 F.
La
ciudadanía de todo el país, se movilizó masivamente a su vez en cabildos casi
inéditos, y no creo estar lejos si afirmo que se sumaron 3 millones de personas
en las diferentes ciudades. Era una manifestación de dimensiones increíbles, y
a solo dos semanas de las elecciones generales. Casi 50 % del padrón salió a
las calles a manifestar su descontento, por decir lo menos, con la gestión del
gobierno que buscaba la reelección ilegal. El enorme presupuesto y medios que
utilizaron en su campaña no lograron acercarse a la convocatoria que hacían los
cívicos, las organizaciones naturales ciudadanas, y especialmente la juventud.
Resulta
simplemente desfachatado intentar manipular los resultados electorales para
mostrar otra realidad, y como siempre, haciendo gala de incapacidad y falta de
preparación técnica y política.
No necesito
entrar en detalles. Todos sabemos lo que ocurre, hoy, después de 13 días de
movilización y paro cívico, con un gobierno que no tiene forma de ocultar pobreza,
precariedad e iliquidez. La primera consecuencia es que les resulta muy
complicado seguir comprando lealtades. Bonos en crédito fiscal, cocaleros abandonados
sin transporte post movilización, ministros que no salen a dar la cara a la
prensa, y el arrepentimiento del cocalero por no haber investido como
corresponde al Holofernes recibido como regalo de Fegasacruz.
El liderazgo
de Luis Fernando Camacho ha logrado en pocos días, y especialmente en las
últimas 48 horas, provocar que el gobierno tome medidas imprevistas, como la
derogación del polémico decreto relativo a los recursos de litio, dispuso el
pago de bonos de lealtad a las FFAA y la policía, convocó a la OEA, con el rabo
entre las patas, para intentar conseguir la segunda vuelta que ni siquiera
estaba consignada en el cronograma ni presupuesto electoral.
Hace pocas
semanas era impensable el escenario presente. Hoy, a partir de un liderazgo
valiente e inteligente, el cocalero está preocupado por el pedido de renuncia, y
aterrado por el anuncio de la visita del líder cruceño acompañado por los dirigentes
cívicos.
Conocemos de
sobra cuál es su punto débil. Tembló con la 8va marcha, y mando a reprimir a
los indígenas en Chaparina. Aterrorizado mandó a enrejar Plaza Murillo cuando
los discapacitados se movilizaron. Los ejemplos son muchos, no tiene la capacidad
ni la valentía para afrontar, como debería el primer mandatario, a la población
que demanda algo.
La virtud de
Camacho es que es valiente y tiene la inteligencia de evitar la violencia, sin
debilitar la fuerza de la ciudadanía y sus demandas. Por supuesto que ha
despertado muchos celos y envidias, particularmente de políticos que papelón tras
papelón labraron el lugar que hoy ocupan, y de varios opinadores, que pierden
la perspectiva analítica y se dejan embobar por el morbo, por la promesa de un
video que seguramente no existe, y lo saben.
Dos semanas
de perjuicio, de sacrificio, y de renuncia son importantes en la vida de cada
uno de nosotros. No podemos echarlos por la borda como desperdicio. No es
momento de cuestionar liderazgos. Debemos ser consecuentes y disciplinados, y
poder soñar con una sociedad justa y democrática, un futuro para nuestros
hijos, y sentir que cada uno es parte de este patrimonio maravilloso llamado
Bolivia.
Hector Castro G. * 05 Noviembre 2019
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