Mis recuerdos más antiguos rescatan al hombre más honesto e íntegro que conocí. El único asalariado de la familia, y el único que estaba de vacación en la época navideña. El tío Cesar, el que se encargaba de los sobrinos, que duerman una siesta para que el sueño no les venza en la larga noche buena. Entre ansiedad, nervios, emoción y entusiasmo, nadie conseguía dormir. Todo el mundo sabe a qué me refiero.
Mi familia
se dedicaba al comercio. La navidad nunca fue una época de vacación o de dedicar
tiempo a las costumbres de la gente. Nosotros estábamos al otro lado del
escenario. Mi papá importaba lucecitas, televisores, tres en unos, cocinas,
refrigeradores, máquinas de coser, de escribir, de aspirar y de lo que puedan
imaginar.
Mi mamá
ocupaba su vacación del magisterio a vender y ayudar en el emprendimiento
familiar.
Mis tíos,
tías, primos y todos los demás, encontraban ocupación en alguna faceta del
negocio familiar. Yo, casi siempre castigado, me dedicaba a reparar miles de
juegos de luces, esos que tenían esas malditas estrellitas llenas de puntas,
especialmente diseñadas en China para destruir la epidermis de mis infantiles
pulgares, índices y medios dedos. Maldito Mao Tse Tung. Tenía que desenchufar y
volver a enchufar, uno por uno, todos los foquitos de los juegos de 100 luces,
la estúpida novedad de la temporada.
No puedo
decir que fui pobre o que me faltó algo. Pero puedo quejarme efusivamente
porque mis dedos me dolían mucho. Parte de mi consciencia sabe que lo tenía
merecido, pero quiero usar mi libertad de expresión, la que tengo ahora, para
quejarme por lo que sentía en la punta de mis deditos, que no tenían ninguna
culpa de mis travesuras y barbaridades que me hicieron merecedor de tan
particular castigo.
En todo
caso, debo decir que las navidades en Bolivia eran más felices. Más allá de mi
drama digital, la gente trabajaba y tenía un salario. No necesitaba tener
afiliación política, no tenía que resignar dignidad, ni estaba obligada rendir
pleitesía a nadie.
Doce sueldos
y un aguinaldo, y solamente había que cumplir con un trabajo digno. Apreciar al
jefe, usualmente un empresario capitalista y oligarca, era opcional, pero muy frecuente y
muchas veces escalaba a nivel de cariño. El “dueño”, posteriormente denominado “gerente
propietario” era una buena persona, y los empleados le tenían aprecio. Luego
vino la impostura del socialismo y esa tendencia odiadora que ha destruido la
convivencia pacífica. Que no ha conseguido ningún beneficio para nadie, pero se
ha impuesto en base a una enorme maquinaria propagandística, financiada por el tráfico
de drogas de Morales y de la corrupción del MAS.
La sociedad
boliviana distaba mucho de ser perfecta, y seguramente tenía diferencias con el
concepto de “vivir bien”, pero era constructiva, era noble, era respetuosa de
los valores humanos, de la convivencia pacífica, de la paz y de la tranquilidad
para formar una familia sin sobresaltos. En resumen, vivíamos bien. Vivíamos
tranquilos y con la certeza de que el futuro dependía del esfuerzo y trabajo de
cada uno, de cada boliviano (sin distinción), y que era posible ahorrar, pensar
en el futuro, hacer planes, y hasta soñar. Muchísimas familias bolivianas son
la prueba más clara de esta realidad.
Llegaron los
delincuentes de la izquierda internacional, los que impusieron narrativas
falsas, satanizaron la privatización y la capitalización, impusieron términos
como “vendepatria” y “derecha”. Fueron viabilizados por socialistas de maceta
como el indigno impostor de Carlos Mesa, que impuso la famosa “agenda de
octubre” que aseguraba “gas por mar”, y terminamos sin gas y sin mar. Goni
defenestrado, y la “Guerra del gas” sin ninguna investigación, pero con
sentencias para un lado y absoluciones para el otro (decretos y leyes que
existen, no son inventos).
En 2005 la
mitad de los bolivianos, víctimas de su enorme ignorancia ( sí, ignorancia!!!,
aunque te duela leer esto) votaron por un asesino, narcotraficante y pederasta
para que sea el presidente de Bolivia. Te gustó que un “pobre” sea presidente…
tomá !!! trágate lo que buscaste.
Como no
podía ser de otra manera, hizo una nueva Constitución, con el trasfondo de que
los indiecitos y los campesinos y no sé qué, pero la cantidad de ignorantes en
Bolivia creció hasta el 67% (recuerdas cuando tú, si TÚ!!! votaste a favor de
la nueva constitución, lo hiciste por vago y ocioso, ni siquiera leíste antes
de votar). El narco-pedo se convirtió en el “emperador”, y lógicamente condujo
al aparato estatal hacia un modelo que le permita quedarse en el poder para
siempre.
Debo
recordarte, amable lector, que fuiste tú quien lo permitió, y que fuiste tú
quien le dio la posibilidad de hacer lo que quiera, con limitaciones que dan
risa.
Hoy, en
2022, tenemos de presidente a un títere que elegiste, que jamás creyó que
llegaría a la primera magistratura de la nación, pero que se lo permitiste,
solo por no haberte interesado en la realidad nacional. Tú, que dices que no te
gusta la política, tú, que reclamas y te quejas en tu Facebook, pero votas por
el imbécil de Arce, tú, el que cree que las abarcas, las polleras, los ponchos
o los ch´ullus son equivalentes a la formación, a la educación y los estudios,
y tú, el que idealiza al asesino del Che Guevara, a la dictadura cubana, y al
analfabeto de Maduro, como el norte para dirigir la nave del estado boliviano.
Son todos
igualmente imbéciles, como si votaran por Llorenti para presidente y Arce
Zaconeta para vice, como si la dupla fuera Wilfredo Chavez y J.R. Quintana, o
Hugo Moldiz y la Zapata para gobernar el país. Así como creer que el castor Del
Castillo es el Bukele boliviano y la Copa es la Angela Meyer que harán de
Bolivia un país digno y soberano.
Un poquito
de decencia y claridad. Un pedacito de inteligencia. Una pizquita de dignidad.
Nadie que lea esto es tan básico como para no entenderlo. Mi público no está en
áreas rurales, analfabetas o tan fácilmente sometidas a la propaganda
socialista del castrochavismo.
No es mucho
pedir. Recuerda lo que aprendiste en 1ro básico, lo que tus padres te
enseñaron, y tendrás más que suficiente para no elegir a estos alacranes de la
política.
Viva
Bolivia, libre de alimañas socialistas y populistas. Pero, por favor, deja de
votar por ellas.
Hector
Castro G. * 27 diciembre 2022
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