Tengo una gran admiración por la fuerte identidad y sentimiento de pertenencia que tienen los cruceños, el orgullo por sus raíces y su esencia. No es muy frecuente encontrar estos valores tan arraigados, especialmente en una sociedad que tiene más bien pocos años. La transformación y crecimiento de la ciudad capital en los últimos 50 años no solo ha sido cuantitativamente considerable, sino que de manera poco probable, fue muy ordenado y previsor frente al standard latinoamericano.
Este rápido crecimiento solo se explica por la gran migración
de bolivianos de diversas latitudes. Es interesante descubrir que tan pronto
como una primera generación de nativos cruceños tengan tan fuerte el espíritu
cruceño, retratado de cuerpo entero en un verso de Rómulo Gómez que dice: “es
ley del cruceño la hospitalidad” (tan particular, genuino y valioso que sin
duda puede prescindir de corrección gramática).
Es un hecho conocido
que Santa Cruz, motor de la economía nacional, es también el departamento más
poblado del país (se tiene mucho rezago en la realización de un censo nacional).
Lo que no se discute con la importancia que merece, es el papel que debe jugar
en la política nacional, desde el hecho de estar sub representada, pasando por
la enorme tradición andino centrista, por las estructuras centralistas (aunque
la CPE tenga enunciados distintos), y en las actuales circunstancias, por la
proscripción que determinó el anterior gobierno a partir de 2008 a cualquier
liderazgo cívico o político, con una persecución judicial infame.
Cuando acordamos (para usar una expresión muy cruceña), acercándose
a los 3 millones de habitantes, el padrón electoral con el peso más
determinante del país definió la elección presidencial de 2019. Sin el voto
cruceño era imposible pensar en la segunda vuelta. Avanzando en el desarrollo
de la historia, sin el cabildo de octubre, convocado por una nueva dirigencia
cívica, por el 21F y los incendios forestales, jamás se hubiera gestado la
epopeya de los 21 días y el paso inicial para recuperar la democracia.
Así nomás es. Ese departamento sub representado y
permanentemente menoscabado es el titular de la llave a la democracia. No hay
forma de desconocer que los tiempos han cambiado, y con ellos la realidad
nacional. El futuro de Bolivia puede verse claramente en el horizonte del sol
naciente. El tema es de urgencia, al extremo de que el gobierno que asuma antes
de este fin de año tiene la obligación de ubicarse en este nuevo contexto, en
la nueva realidad, y si se quiere, en el nuevo mapa socio económico de Bolivia.
Temo que los paradigmas de descentralización o de profundizar la autonomía ya
no alcanzan (“la Constitución es muy pandita”, genial frase del Dr. Juan Carlos
Urenda).
La lógica obligatoria para el razonamiento estadista pasa por
movilizar adecuada y suficientemente el centro de gravedad del poder, hacerlo
con tino y sabiduría; comprender que soslayar
este imperativo solamente provocará más temprano que tarde que los equilibrios
sociopolíticos sean restituidos de manera violenta e incontrolable (el proyecto
masista acudió al “cerco de Zurco” y el “Hotel
Las Americas” para controlar, al menos temporalmente, la amenaza de los
naturales impulsos de empoderamiento regional).
Por su parte, Santa Cruz debe asumir sus propias
responsabilidades en la renovación de sus liderazgos, encontrar consensos en
las élites dirigenciales, sanar heridas de la batalla antimasista, capitalizar
el excepcional desarrollo de su intelectualidad, adecuar de manera muy
vanguardista su institucionalidad, y reconstruir el espíritu de unidad cruceña
que supo hacer historia. Dejar momentáneamente el debate político nacional, con
demasiados elementos irrelevantes para la discusión estratégica regional, para
conservar esa impronta tan particular del cruceñismo. Evitar que la coyuntura
política nacional, en un momento particularmente inestable, contamine los
criterios que requiere la elección de un adecuado liderazgo regional. Este
momento en la historia cruceña y nacional no permite “peles”. La calidad, que
existe y mucha, además de la legitimidad de quienes conduzcan el proceso de
reivindicación cruceñista, con una visión nacional adecuada al momento,
necesariamente debe representar al conjunto de intereses y segmentos de la región,
mucho más diversos y complejos que hace un par de décadas.
Las luchas cívicas ahora incorporan el trágico peso de
cruceños presos, exiliados y muertos. La reivindicación debe asumir su
verdadera significancia. Hoy no es temprano, pero tampoco tarde, para pensar en
una Bolivia federal. Ese horizonte solo puede ser visto a través de una Santa Cruz protagonista y conductora del
destino socio político del país. El lustro que comienza tendrá relevancia
fundacional para Bolivia. Están dadas las condiciones, las demandas y los
desafíos. No en vano han pasado casi 80 años de la “Marcha al oriente”. Es
tiempo de nuevos paradigmas.
Feliz aniversario Santa Cruz!!! Desde mi lugar, aquí en el
hermoso valle cochabambino, mi deseo es de muchos y mejores años. Que Santa Cruz
ocupe el lugar que merece, que Bolivia vea con orgullo y gratitud a una de sus
hijas preciosas.
“Pero, tranquilízate cruceño inquieto.
Poseedor de una nueva inteligencia, heredero de más fuerza,
tus armas serán mejores que las nuestras.
Si ardiendo en vuestro corazón la vieja llama
tienes voluntad y mente clara y fértil
como la llanura feraz que recibisteis,
tuyo será el porvenir y sonriente
podrás sentarte a la mesa de los grandes
de todos los confines del planeta
a suscribir el pacto del Hombre con el Hombre.”
(Fragmento
de “A Santa Cruz”, de Oscar Barbery Justiniano)
Hector Castro G. * 24 Septiembre 2020
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