A inicios de octubre de 2019 el Comité Cívico de Santa Cruz
convocó a un gran cabildo que fue multitudinario por la indignación ciudadana
acumulada desde el 21 F, pero colmada por los incendios en la Chiquitania.
Recuerdo haber mencionado en un tweet que el fuego que el Mas
había provocado no podrá extinguirse en mucho tiempo. Ese fuego es la nueva
dirigencia cruceña. Tuve la sensación y hasta me atrevo a decir esperanza de
que el nuevo liderazgo cruceño sea la punta de lanza de la construcción de una
nueva Bolivia. El “cerco de Zurco” y el Hotel Las Américas habían encontrado su
fecha de vencimiento. La proscripción de liderazgos cívico/políticos no podía
ser eterna.
Así nació a la vida pública nacional el liderazgo de Luis
Fernando Camacho. Valiente, firme, oportuno y valioso para los intereses
colectivos de una ciudadanía cansada y hastiada del abuso de poder y de la
corrupción.
El movimiento necesitaba un liderazgo. Providencialmente
Camacho asumió el rol de conducir e impulsar el sentimiento colectivo. Fue
estridente e imprudente, salió de los esquemas acostumbrados y llegó al extremo
de fijar plazo para la renuncia del dictador. Esto causó reacciones diversas,
desde el apoyo militante de muchos, hasta un escepticismo prudente de varios
líderes regionales.
En todo caso, la epopeya de los 21 días no hubiera sido tal
sin la cohesión que Camacho le dio. El movimiento era masivo, sin duda, pero
frágil en términos de coordinación y solidez. Una tonelada de arena húmeda, con
poco cemento. No se puede desconocer que fueron muchos los actores valiosos e
importantes, pero el liderazgo de Camacho fue determinante.
Ante la renuncia y huida del chivo andino, durante el proceso
de sucesión, Camacho asumió otro papel de innegable protagonismo. Negoció y
gestionó la salida del Mas y la constitución del nuevo gobierno. De manera
mucho más reservada y discreta, adquirió para sí una buena parte de las cuotas
en el aparato del estado, incluyendo entre otros cargos, algunos ministerios
del gabinete de la Presidente Añez.
A continuación, paralela al inicio del proceso electoral,
comenzó la fase “culebrón” de esta historia. El distanciamiento de Añez, la
conformación de candidatura junto a “Marquito”, las grabaciones, la arremetida
de sus guerreros digitales, la desestabilización del gobierno como ataque
electoral contra la candidata, la guerra sucia, la tragedia de las primeras
encuestas, la consiguiente “puesta en blanco” de su candidatura, su vergonzosa
aparición en un programa de televisión abierta, y muchos otros temas
anecdóticos, determinaron la caída en barrena de su imagen y de sus
posibilidades electorales.
Actualmente mantiene el discurso explosivo, duramente crítico
de todo y de todos, imprudente a veces e irresponsable en otras. No parece
recuperar el protagonismo electoral, pese a la caída de Añez y el estancamiento
de Mesa en las encuestas.
A medida que se acercaba el plazo fatal para modificar las
listas y para definir todas las candidaturas lo único que se vio fueron las
renuncias y alejamiento de algunas agrupaciones que formaban parte de su
alianza. Pero no es todo. También salen comunicados que tiran la puerta a
posibles acuerdos o coaliciones, en una lógica que va en contra ruta con las
expectativas de la población. La suerte está echada.
Aunque nunca se anunció públicamente una renuncia a su
candidatura, se ha percibido un cambio en la estrategia que sugería un
direccionamiento a las elecciones regionales, y hace algunos días parece haber
vuelto a la carga en la contienda nacional.
De cualquier forma, cada aparición, cada entrevista y cada
publicación, solamente contribuyen a deteriorar la imagen del caudillo de 2019.
Es difícil tomar en serio su propuesta presidencial.
Este descalabro de su proyecto, la impostura al posicionar
temas falaces en el debate colectivo, y especialmente la deshonestidad al
atacar al gobierno por la terrible corrupción de sus propios ahijados, los
mismos que dejó sembrados durante su fugaz ejercicio de poder, han
confeccionado de manera inequívoca ese 6 a 8 % que se ve en las encuestas,
independientemente de quien las publique.
Cada episodio de su telenovela invariablemente incluye algún
tipo de interpretación surrealista, sus apariciones ante los medios incluyen
manipulación y falsedad en su relato, no tiene límites ni códigos en su
interacción con el resto del sistema político, y por consiguiente, es muy difícil
entender algo distinto a un permanente insulto a la inteligencia de los
bolivianos.
Creo que Bolivia entera lamenta que el héroe de esa magnífica
e histórica epopeya se haya convertido en menos de un año, en un personaje de
historieta, donde los dibujitos dicen mucho más que el discurso.
El país está ansioso por tener liderazgos renovados, una
nueva forma de hacer política, que rescate las prácticas nobles y respetuosas
de la colectividad e incorpore todas las ventajas y la dinámica que nos otorga
la modernidad, para construir una democracia sostenible, que recupere la
institucionalidad y el estado de derecho.
Paciencia…. No queda más que seguir adelante sin perder la
esperanza. Camacho tuvo la gran oportunidad de representar la generación del cambio,
de la evolución, pero solo fue un espejismo.
Hector Castro G. * 04 Septiembre 2020
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