viernes, 21 de agosto de 2020

PODRÁ SALVARNOS EL SALVADOR ?


La Constitución Política del Estado, vigente desde 2009, más allá de cualquier cuestionamiento, válido o no, es la norma superior en el ordenamiento jurídico nacional.
En su contenido se encuentran contradicciones, ideologización, y varias disposiciones que no son realmente legítimas o que observen el carácter democrático del estado boliviano. Entre ellas, algunas que parecen haber sido hechas “a la medida” del gobierno del MAS, y especialmente de su caudillo.

La prerrogativa del Presidente para designar a un miembro de cada Tribunal Electoral no es algo que represente el alto valor de la independencia de poderes, precepto ineludible en democracia, sin embargo está establecido.

La designación de Salvador Romero, fue producto, sin duda,  de que es un  profesional reconocido en el ámbito nacional y regional por su trayectoria y experiencia en la administración de procesos electorales. Es de esperarse que sea también conocedor en profundidad de la Constitución y las Leyes que rigen el tema electoral en Bolivia.

No hay lugar a pensar que el Tribunal Supremo Electoral desconoce que el Órgano Electoral es ahora un Poder del Estado, que goza de independencia, autonomía y tiene el mismo rango que el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Tampoco sería previsible que en enero no supieran que la Sala Plena, mediante resolución, es la única instancia que tiene la potestad de convocar a elecciones, fijar la fecha, etc.

La llegada de la emergencia sanitaria ha complicado el proceso electoral, es innegable, pero también está claro que de una u otra forma, los intereses políticos del partido del fraude presionan, chantajean, y llegan a acorralar al Órgano Electoral y por ende a todos los bolivianos.

Más allá de coyunturas, por terribles que sean, la obligación que tiene el poder electoral es garantizar un proceso electoral transparente, democrático, legal y legítimo. Esta es la base sobre la cual podremos reconstruir el país.  Quienes resulten electos, Presidente y Vicepresidente, así como la Asamblea Legislativa Plurinacional, serán los encargados de conducir a Bolivia por el camino de la democracia y la institucionalidad. Si no cuentan con absoluta legitimidad, producto de una verdadera conciencia ciudadana de que son resultado del ejercicio de la democracia plena y la legalidad, nuestro país seguirá envuelto en el conflicto cotidiano, las salidas por la fuerza, y la imposición del capricho de los más agresivos.

Los cuestionamientos indudables sobre el padrón electoral, la distribución de circunscripciones uninominales, la legalidad de algunos candidatos, etc. NO pueden salvarse con tecnicismos ni salidas mediáticas. Bolivia necesita soluciones de verdad, y están en manos del Tribunal Supremo Electoral.

No me refiero a la depuración de muertos que votan, sino a la cantidad de fantasmas inscritos, que no puede diluirse en un análisis por décadas como pretende hacer don Salvador Romero.

No hablo del mito de la Ley 421, sino de la delimitación de circunscripciones, que la Sala Plena puede resolver.  

Tampoco hablo de la difusión de encuestas, que se constituye en delito por una ley a todas luces inconstitucional y desproporcionada, sino del fraude de octubre 2019, en proceso judicial que avanza al ritmo que le imponen los operadores de justicia menos indicados, designados por el acusado, y que el TSE pretende mirar al cielo y silbar el “yo no fui”.

A todo esto debemos sumar que la pandemia no ha llegado a una meseta que permita proyectar condiciones mínimamente razonables para elecciones nacionales. El resultado promete simplemente más problemas, y ninguna solución.

No puede ser que la intensidad de actos delincuenciales como los bloqueos, actos irracionales como los “4 candados” que imponen los masistas en su ley, o el berrinche de algunos candidatos por aprovechar el momento, conveniente a sus intereses, sean los elementos que definan el futuro del país.

El único Poder del Estado que tiene verdadera legitimidad en este momento es el Poder Electoral. El desafío que tiene en sus manos es el mandato más importante de las últimas décadas en la realidad nacional. Estará a la altura? Tendrá la templanza y la habilidad suficientes como para responder a la historia como un ejemplo de ciudadanía e institucionalidad?  

Mucho temo que pretenden continuar con su actitud de evitarse problemas a corto plazo, esconderse del desafío, “cumplir” con su tarea de 8 a 12 y de 2 a 6, y en el camino “concertar y dialogar” para verse mejor ante los ojos de quienes de todas maneras les cobrarán en el futuro esta irresponsabilidad y mediocridad.

El PODER ELECTORAL tiene la prerrogativa y la OBLIGACION de prolongar el proceso electoral todo lo que sea necesario para hacer las cosas correctas y garantizar los resultados. No hacerlo, simplemente por jugar en las arenas de los partidos, es desconocer su rol y abandonar su misión de juez idóneo para bien del país.

El miedo es humano, pero no es pretexto para abandonar la institucionalidad.

Hector Castro G. * 21 Agosto 2020


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