viernes, 5 de junio de 2020

SIN CULTURA NOS PERDEMOS


De acuerdo a la información disponible, hasta 2019, la administración central del Estado, departamental y regional, municipal e indígena, las universidades, las instituciones descentralizadas, las entidades de seguridad social, el personal del servicio público de salud, de las financieras del Estado, de educación, de las Fuerzas Armadas y de la Policía Boliviana concentraron la mano de obra de 491.860 funcionarios. Esta suma no contempla a los empleados de las empresas públicas, muchas deficitarias.

Este número es superior en 70% al que se tenía en 2006, con aproximadamente 280,000 funcionarios.

No es secreto para nadie que la situación económica en el país y en el mundo atraviesa uno de los momentos más difíciles. También es un hecho conocido que los últimos 5 o 6 años, después del boom de los precios internacionales de las materias primas, el estado boliviano ha cerrado cada gestión con déficit fiscal. Esto significa que el aparato estatal gasta más dinero que el recibido por exportaciones, impuestos, etc.

Esta situación es completamente indeseable, y debe ser corregida de manera inmediata y responsable. El gobierno anterior acudió al endeudamiento interno (fondos de pensiones, venta de bonos BCB, proveedores, etc.), al endeudamiento externo de varios miles de millones de dólares, y rompió el chanchito de las reservas internacionales del país. Actualmente que tenemos que afrontar una fuerte emergencia de salud, cuarentena incluida, que demanda gastos extraordinarios de parte del Estado, ya no se tiene ese colchón, pues fue dilapidado en sueldos supernumerarios, pasajes y viáticos de los integrantes del MAS, operación excesiva de aviones y helicópteros, etc.

El actual gobierno, así muchos políticos y analistas insistan en limitar sus atribuciones por su carácter transitorio (concepto inexistente en el ordenamiento jurídico), tiene la obligación y la necesidad de recortar el gasto público.

Esta tarea es bastante complicada, especialmente si no se tiene conocimiento previo del funcionamiento y las actividades de cada repartición estatal. Por ello, se puso en marcha un plan de diagnóstico y reingeniería organizacional con el fin de buscar eficiencia, eficacia y transparencia.

Está claro que la emergencia de salud complica la situación en todos los sectores y actividades, pero la tarea de reducir hasta eliminar el déficit fiscal no puede esperar. El país necesita apretarse los cinturones para seguir funcionando.

No tengo información específica, pero puedo suponer que la reducción de tres ministerios responde a esta iniciativa, y se rearma el órgano ejecutivo, pasando cultura y deportes al Ministerio de Educación, y la cartera de comunicación pasa al Ministerio de la presidencia.
No hay razones para pensar que estos sectores serán echados al olvido, y probablemente, al ser re estructurados, encuentren eficacia y eficiencia en su gestión.

Es difícil pensar, por ejemplo, en un Ministerio de cultura(s) que pueda ser menos efectivo que el anterior, que básicamente dedicó sus esfuerzos a la organización del Dakar y a la fabricación de bombas molotov.

Entiendo y hasta respaldo la preocupación y el reclamo de la ciudadanía, especialmente los artistas, pero al mismo tiempo me permito sugerir que utilicen su amplia y legítima  presencia en las redes para plantear políticas públicas y acciones concretas en favor de la cultura. Talvez esta sea una buena oportunidad para posicionar la importancia y transversalidad de la cultura para el desarrollo del país. Simplemente reclamar por el titular de prensa y descalificar al gobierno no logrará ningún resultado que signifique algún beneficio.

De la misma manera, la re organización de la cartera de comunicación podría, y ojalá así sea, apuntalar el pilar más débil de la gestión de la Sra, Jeanine Añez.

Hector Castro G. * 05 Junio 2020


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