Escribo esto a sabiendas de que el 55% de las personas seguramente no estarán de acuerdo. La mitad de ellos ni siquiera sabrán porque, y la otra mitad no se manifestarán, pues en su escala de valores no figura la dignidad, la hidalguía o la decencia. Manifiestan su punto de vista solamente dentro de un recinto en que esté consagrado su derecho al secreto. De otra forma mimetizan su pensamiento con lo que digan los demás, y terminan montando el show en sus redes sociales.
Hasta cierto
punto es comprensible. Imagino que debe ser muy difícil afrontar la vergüenza de
apoyar públicamente la corrupción, el abuso, el irrespeto a las leyes, y
especialmente a la moral y las buenas costumbres de la sociedad. Esto
explica muy bien los resultados
electorales, y no me refiero a los últimos comicios, sino a todos desde 2005.
En todo
caso, más allá de la vergüenza, cada uno es libre de elegir, de comentar, de
escribir o de expresarse. Un candidato a la alcaldía de Sucre, sin pelos en la
lengua, utilizó un calificativo bastante fuerte. No lo culpo, y creo que en
muchos casos tiene razón.
Pienso que
quienes operan y deforman la justicia, por ejemplo en el caso de la ex Presidente
Jeanine Añez, son miserables. No se trata de afectos o desafectos, está claro
que no buscan justicia, y aunque sean conocedores de los procedimientos,
deciden no seguirlos, solamente para humillar a esta digna señora. Miserables
digo, por que el diccionario me dice que es sinónimo de desdichado, infeliz, mezquino, perverso, abyecto y, además,
canalla. No quiero cometer errores o imprecisiones. Creo que hasta aquí “miserable”
es el término adecuado.
Cualquier gestión pública requiere ser
revisada, auditada y, en su caso, juzgada. Por supuesto que sí. Cuál es la
necesidad de hacerlo por fuera de la normativa?
No necesito precisar la cantidad de
irregularidades e incorrecciones cometidas, por que además de aburrir al lector,
no soy experto en el tema. Lo que sí soy es ciudadano boliviano. Tengo los
conocimientos y la lucidez suficientes para saber que en Octubre 2019 me
robaron mi voto, salí a protestar, y fuimos millones. El dictador se asustó,
llorando se fue, y Bolivia siguió adelante.
Hoy veo que algunos inescrupulosos,
potencialmente delincuentes, se ponen al servicio de quien los dejó. En algunos
casos sacrificando todo lo que consiguieron en su vida, pues, deberían saberlo,
exitosos o no, es lo último que podrán hacer. Es el legado que dejan a sus
hijos, y es el uso que le dan al apellido de sus padres.
Está demostrado que para la bajeza no hay
límites, pueden ser más bajos cada día, pero también deben saber que así sigan
en su “cruzada” por humillar, la dignidad de la ex Presidenta está intacta. Son
los miserables los que se pintan solos, ella sigue ahí, y estará mucho más.
Ustedes no. Ya vendieron su prestigio, valores y lealtad, pero no compraron
nada, así que nada les queda.
“Lo peor de los débiles es que necesitan
humillar a otros para sentirse fuertes” ______(Candidman)
Hector Castro G. * 18 Marzo 2021
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