La tragedia económica que vive el país desde siempre se basa en la diminuta capacidad productiva, la inexistente competitividad o la ausencia de Bolivia como actor económico y comercial en el ámbito regional y mundial.
La explicación
a nuestra supervivencia como país fueron las épocas de alza en los precios de
las materias primas, nuestros recursos naturales, que a pesar de malas
administraciones, corrupción, robo descarado y muchas otras barbaridades,
representaron ingresos para las arcas del país suficientes como para no morir.
La última
bonanza, además de haber sido generosa en extremo, tampoco fue utilizada de
manera responsable. No se invirtió en la creación de un aparato productor o en
el mecanismo de agregar valor a nuestras exportaciones. Más allá del mentiroso
relato de un gobierno funesto, no se hizo nada verdadero en la famosa
industrialización. Construir una planta con sobreprecio en un lugar inadecuado,
sin provisión natural de materia prima, y lejos de los mercados, lógicamente
tiene como resultado su inviabilidad, aunque sean cientos los voceros que
defienden Bulo Bulo como obra estrella de la industrialización.
Además de
este absurdo despilfarro, imposible de considerarse inversión, hay varios otros
de menor envergadura, pero de más o menos las mismas características. Es
imposible encontrar, aun siendo generoso, algún emprendimiento exitoso generado
por el estado en los últimos 15 años.
Bolivia ha
dejado de ser competitiva incluso en su propio mercado interno. La demostración
de este extremo es la enorme presencia de productos de contrabando en todo el
país, en desmedro de la producción local.
El mantener
fija la tasa de cambio de la moneda nacional hace que seamos un mercado muy
interesante para nuestros vecinos, y que el aparato productivo nacional tenga
cada vez menos posibilidades de competir.
La ideología
y la sumisión a un esquema “socialista” que intenta imponerse en la región, también
consigue poner piedras en el camino de la competitividad. Cupos de exportación,
restricción de precios, etc.
El sector
gremial informal, el que comercia en las calles es el que más ha crecido en las
últimas décadas. Por el contrario, el sector productivo, industrial,
manufacturero, agrícola, etc. ha sido el más restringido y perjudicado, por
medidas absurdas del ex ministro “genio” de la economía, que ahora sufre
frustrado el resultado de sus inventos.
El tamaño de
su inteligencia es tal que hoy, que algunos afirman que es presidente, tiene al
país polarizado, conflictuado y en vísperas de reventar, con imprevisibles
consecuencias. Todo como resultado de un proyecto de ley que atenta y provoca
la reacción de todos los sectores de los cuales depende la economía nacional,
nada menos.
Era
comprensible, aunque inaceptable, que se mantenga la tasa de cambio artificial,
la subvención de los carburantes, y el déficit fiscal causado por la excesiva
carga del sector público (agencia de empleos), pues modificar estas condiciones
causaría el rechazo y la protesta de sectores muy importantes y determinantes
para la estabilidad política y económica. En cambio, mantener la política
económica y fiscal así nomás, solo perjudica al “perverso” empresariado, al
silencioso agricultor campesino, y en general, al aparato productivo, que “puede
aguantar nomás”.
A días de
iniciar las protestas, el “genio” de las finanzas y pre candidato al Nobel,
decide retirar la consideración de la famosa ley. Lo hace tarde y lo hace mal,
pues se carga a la espalda el costo político y de popularidad probablemente
parecido a lo que sería sincerar la economía, reducir subvenciones o despachar
masistas a la calle, con verdaderos beneficios para el país.
No es fácil
entender que a 11 meses de gobierno, tenga el desgaste de 5 años, y tampoco es
fácil pensar que pueda sobrevivir a los 4 años que tiene por delante. Lo que si
debo confesar es que creo que tiene un ás bajo la manga, una tarjeta “get out
of jail free” como la del Monopolio, y que nadie más la tiene. Puede renunciar,
aducir problemas de salud, alejarse y desaparecer, además de mostrarse como
víctima, pobre Luchito.
No sé si ha
llegado la hora, pero estoy seguro de que está muy cerca, de que termine esta
farsa, de que los bolivianos dejemos de escuchar mentiras, de que nos unamos
todos, y erradiquemos de una vez por todas a esta plaga de impostores y
delincuentes, azulitos o del color que elijan.
Bolivia es
grande, es diversa, es unitaria y es digna. Lo demás es cuento de politiqueros,
que afortunadamente ya se van !!!
Hector
Castro G. * 06 Oct 2021
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